Habiendo estudiado y ejecutado la innovación y el emprendimiento desde diversos frentes y cargos en América Latina, he podido vivir y observar los altibajos del emprendimiento, los fracasos y el éxito. En un reciente Instagram Live con Moviendo Negocios, compartí mi perspectiva al respecto y acá te traigo lo mejor de la conversación.
Mi experiencia personal
En el año 2011, desarrollé una página de citas enfocada en mujeres. El primer error es que éramos tres fundadores hombres, teníamos una buena hipótesis pero entender la psicología de las mujeres era otra cosa. Nunca logramos dar con el modelo de negocio.
Aunque levantamos USD 80 mil de Corfo, los otros dos socios estaban en otros proyectos que les estaba dando más dinero, y en algunos momentos me tocó recorrer el camino solo. Cuando se quisieron sumar para rescatar el proyecto era demasiado tarde.
Elegimos mal la estrategia de crecimiento. Queríamos ser como Instagram o Whatsapp, que crecían gratis para tener muchos usuarios. Tuvimos más de 25 mil usuarios en menos de un año, pero en Latinoamérica ese modelo no funcionaba para levantar inversión. Finalmente quebramos, pasé endeudado como dos años, pero la verdad eso es poco en el mundo del emprendimiento.
Esa experiencia fue clave porque después entré a una aceleradora, Magical Startups, como gerente general, y eso me ayudó mucho a empatizar con los emprendedores.
Antes de eso era muy idealista sobre lo que era emprender, pensaba que si se fracasa es porque se es flojo o no se le dedica el tiempo necesario, pero la verdad es que hay mucho azar cuando uno emprende, el nivel de incertidumbre es muy alto.
Esa salida me llevó a dirigir la estrategia nacional de startups en Chile como gerente de emprendimiento en Corfo. Cuando se cierra una puerta se abre una ventana, es muy cierto. Si se encauza bien y hace sentido con el resto de la vida profesional e incluso personal, los fracasos se pueden convertir en una oportunidad.
El asunto también está en cómo uno encaja el fracaso en su propio relato, es decir, cómo lo cuenta. En entrevistas de trabajo, por ejemplo, no me lo guardaba y hablaba sin vergüenza sobre mi fracaso. Y es que poder hablar de los fracasos propios, o de los errores, con soltura y sabiduría, demuestra madurez.
El fracaso en Latinoamérica
En todas partes pasa, pero en Latinoamérica se ve más pronunciado ese miedo a que te hagan tonto, a que te engañen.
Esa especie de ganas constantes de tomar el atajo para elegir el proveedor correcto, la persona correcta para un trabajo, la solución correcta para el problema… Pensar que puedes tomar las decisiones correctas para cada cruce de decisión que tengas que tomar es una fantasía, una locura.
Seguimos en esa fantasía de que puedes tomar la decisión correcta, y es por eso que creo que la mirada del fracaso todavía es tan infantil e inocente, como si pudieras evitarlo.
Si yo te digo que alguien es un académico de la innovación o el emprendimiento, tendemos a mirarlo en desmedro porque decimos que eso no sirve, lo importante acá es la práctica, y si bien yo soy defensor de ejecutar rápido, de aprender rápido desde la práctica, no hay que despreciar la metodología.
No es que sin la metodología uno no lo pueda lograr, la metodología lo único que hace es acelerar el proceso. Entonces se trata de la falta de metodología que hay en los emprendedores, muchas veces no por falta de tiempo sino por falta de credibilidad de que esa metodología les va a ayudar, o ese menosprecio que tenemos por la teoría en torno al emprendimiento e innovación.
Se nos mete en la cabeza que emprender e innovar es básicamente un tema de pasión y empuje, y eso también hace que el fracaso esté mucho más presente por razones equivocadas, es decir, por errores no forzados. No es que el mercado o el destino te sacó del camino, sino que hiciste cosas que no debías hacer o no hiciste cosas básicas que tenías que cumplir.
Siempre que doy charlas en empresas y corporaciones, les pregunto quiénes creen que no existe una cultura del fracaso en su organización, la mayoría levantan la mano. Y después les pregunto quiénes han visto que a alguien del equipo lo reten por intentar y fracasar, y no recuerdo que alguien haya levantado la mano.
Al final, es un tema de miedo ancestral, no es que la gente se asustó porque vio que a alguien lo humillaron públicamente porque fracasó al intentar innovar, sino que básicamente el solo hecho del miedo al fracaso lo hace a uno no actuar.
Mi experiencia en Chile
En Corfo entrevisté mucha gente para trabajar allí, me impresionaba mucho más la gente que decía que buscaba trabajo porque emprendió, no lo logró y quedó con una deuda que el que decía que tenía un máster en innovación.
El mundo del emprendimiento y la innovación tiene ciertas lógicas y metodologías, condiciones mínimas para tener probabilidades de éxito, aunque no lo garanticen. En Corfo veía muchos errores, los emprendedores fallaban al explicar el por qué estaban haciendo tal proyecto, su propuesta de valor o de diferenciación.
Un caso emblemático es el de Happyshop, un emprendimiento que se caracterizó porque los fundadores eran ex ejecutivos de una corporación en Chile, recibieron mucho financiamiento, el modelo de negocio no cuajó, pero cometieron el gran error de operar como una empresa, todo lo opuesto al método Lean Startup.
En ese tiempo que no había tanta conciencia de la diferencia entre el mundo startup y el corporativo, fue muy claro que tienes que hacer cosas pequeñas y fallar rápido y barato, pero acá lo que hicieron fue fallar en grande y caro.
Y eso demuestra cómo el dinero no garantiza el éxito, incluso para una persona bien entrenada en el mundo del emprendimiento. Que te den mucho dinero te puede llevar más rápido a la quiebra pues te ves con mucho dinero y tienes que gastarlo porque o si no transmites el mensaje de que no sabes qué decisiones tomar.
Disminuyendo el miedo al fracaso
Hay que entender que básicamente el fracaso tiene, a veces, un efecto positivo en el largo plazo. Si fracasas porque nunca te presentaste a trabajar o por razones negativas, no va a tener ningún sentido aprender sobre ese fracaso, más allá de que la próxima vez le metas más compromiso o ganas.
Pero cuando lo diste todo, el equipo sí funcionó, y aún así hubo cosas externas que llevaron al fracaso, a veces hay que entender que hay algo de suerte en esto, de cómo estar en el timing correcto, porque definitivamente hay cosas que están fuera de tu control.
Si maduras lo suficiente el concepto de fracaso, más que hacerte más asustadizo frente al tema, te hace más arrojado: “Tengo que darlo todo porque si gente mejor que yo ha fracasado…”
Parte de esa madurez es entender que el fracaso es parte del juego y es temporal, y tienes que aprender a vivir con eso, sin obsesionarte con la imagen que las personas tienen de ti.
El fracaso es una sensación desagradable pero positiva. La sensación de fracasar es algo que te enseña humildad y empatía, por ende no hay que tratar de esconderlo o taparlo.
Casos prácticos de fracaso
El caso de David Neeleman, uno de los grandes empresarios o emprendedores del sector de las aerolíneas, que nunca se dio por vencido: Cada vez que iniciaba un nuevo negocio le ocurría algo que lo llevaba al fracaso, pero volvía a intentarlo. No importa lo grande del fracaso, lo estúpido de tu error o lo fuerte de la humillación. Siempre se puede volver a retomar el camino.
O el caso de Booby Rusell, quien luego de varios fracasos con caballos y purificadores de aire, emprendió con USD 1 millón de deuda a los 40 años y alcanzó el éxito con uno de los colchones más vendidos en el mundo. Mientras haya un proyecto y toques las suficientes puertas, al parecer hay una nueva oportunidad.
A veces no tener plan b es tener el mejor plan. Cuando no te queda un plan o te echas a morir o tratas de sacarlo adelante como sea.
O el caso de Stewart Butterfield que podríamos llamar perfectamente ‘el rey del pivote’, es decir, un experto cambiando una parte del modelo de negocio. Pues bien, intentó hacer dos videojuegos y aunque ambos fracasaron, de los desarrollos paralelos terminaron surgiendo con éxito dos productos que seguramente debes conocer: Flickr y Slack.
Este caso es distinto a los anteriores porque es fracaso, éxito, fracaso, éxito. Por mucho éxito que hayas tenido, eso no garantiza los éxitos futuros.
Otro caso es el de Cornershop, que fue el cuarto intento de sus fundadores pero que finalmente terminó convirtiéndose en el primer unicornio de Chile.
No es necesario emprender todo el tiempo, a veces el no emprender o no lograrlo te puede hacer saltar al mundo corporativo como ejecutivo o empleado. Yo por un buen tiempo decidí que no quería volver a hacer una startup.
No hay un solo camino o receta de cómo el fracaso te puede ayudar, pero lo que sí puedo decir es que mientras uno se mantenga en movimiento y rescate aprendizajes, va a funcionar.
El truco es entender cómo construyes esa siguiente oportunidad después del fracaso, ya sea que quieras reemprender, emplearte o ser consultor, pero es mantenerse en movimiento y volver a intentarlo.
Cuando no hay más para donde ir
Lo primero es tomar una bocanada de oxígeno. Y eso tiene que ver con mirar los números de tu vida personal, revisar las deudas y ver cómo repactarlas, si puedes pedir préstamos o no, algo que te permita tener tiempo para emplearte de nuevo o reemprender, recortar tus gastos.
No va a ser fácil, pero lo primero es tratar de armar tu vida personal: es importante entender que el que tu proyecto fracase no significa que tú seas un fracasado. Tu proyecto puede fracasar y no pierdes valor como persona, son cosas absolutamente distintas.
Con esa lógica, hace mucho sentido el poder decir ‘ya, este bote se está hundiendo y tengo que mirar a dónde voy a llegar y ser capaz de llegar a la siguiente isla’.
Una vez que ya te pusiste tu máscara de oxígeno, tienes que ayudar a la gente que depende de ti: empleados, proveedores, etc. No siempre vas a tener dinero para poder pagarles a todos, de hecho rara vez lo vas a tener, pero hay que poner la cara.
Que alguien tome malas decisiones de negocios y fracase es perdonable, pero que alguien se escape, no ponga la cara y tenga un comportamiento poco ético, no lo es.
En Estados Unidos, por ejemplo, se hace una especie de book, un catálogo con todos los trabajadores de la startup que van a quedar desempleados y se lo comparten a todo el ecosistema mostrando lo mejor de cada uno para que se puedan reubicar lo más rápido posible.
También es necesario buscar apoyo. Encerrarse o decir “voy a pasar esto solo” puede ser, pero solo temporalmente. Pasa la pena, tómate el tiempo, pero luego tienes que avisar que cerraste y retomar el camino. Nadie viene a ofrecer ayuda cuando ven que estás bien. Pedir ayuda y decir ‘yo fracasé’ hace que la gente sienta empatía y te quiera ayudar.
El aprendizaje
Puede ser que uno tenga que trabajar un tiempo para volver a juntar dinero o que uno se pueda unir a una startup para mantenerse en el ambiente, pero recibiendo un sueldo hasta poder volver a emprender.
Lo que me llevó a volverme independiente fue entender que tenía otras capacidades que había desarrollado y que podían ser valiosas para algún mercado. Y si tú percibes eso, es necesario ayudar a la gente a que también lo perciba, que a pesar de haber fracasado algo importante se desarrolló en su espacio.
Hay que entender que las cosas no son estáticas, desde el punto de vista de decir ‘ahora que estoy desempleado volví al mismo punto cuando tenía 24 años’. A lo que llegaste es a tener nuevas oportunidades de decisión con más información, eso es lo importante. Incluso si no vuelves a emprender inmediatamente o si nunca vuelves a emprender, puedes volverte un intraemprendedor en una corporación que puede ser algo también gratificante e interesante.