Soy orgullosamente colombiano, aunque fui criado en Argentina y de Costa Rica por convicción. Soy hijo de mi héroe, Julio Riaño, una autoridad global en diplomacia, y de la mejor amiga que uno puede tener, mi madre, Pilar Jaramillo. Y como abrebocas de mi participación en Moviendo Negocios como experto en oratoria, negociación, marca estratégica y persuasión e influencia quiero compartirles un poco de la historia de mi vida.
El bullying me llevó a donde estoy
Tuve la fortuna de viajar mucho de pequeño debido al trabajo de mi padre. Pero en cada país donde me instalaba, era víctima del bullying por ser el niño pequeño, flaco y nuevo.
Mi madre siempre me enseñó a ver el lado positivo de las cosas, pero ser siempre el “nuevo” fue difícil para mí. Y aunque yo no lo entendía, hoy le agradezco al bullying porque si no fuera por esa etapa de mi vida, nunca me habría desempeñado exitosamente en lo que hago.
Precisamente, esa experiencia me forjó integralmente a la hora de leer el entorno, las personas, el comportamiento y lograr analizar el contexto para poder adaptarme y relacionarme, y así ganar más amigos que enemigos.
Un día una profesora del colegio me dijo que “no daba un centavo por mí”. Pero ese comentario, que resonó en mi cabeza por mucho tiempo, no fue de gratis. Vivir en muchos lugares creó un profundo vacío en mí porque dejar constantemente la casa, el colegio y esas amistades que tanto esfuerzo me costó crear, hizo cultivar en mí una depresión silenciosa.
Esa situación me llevó a tener una conducta muy desaplicada y con las peores notas del salón. Y era tanto así que en un solo año tuve 32 reportes de conducta. Estaba emocionalmente tan inestable que la depresión empezó a ramificarse cada vez más y eso hizo que me encaminara a refugiarme en el alcohol, a relacionarme con personas de mundos clandestinos y a sufrir de depresión e intentar suicidarme dos veces.
Una luz en el camino
Aunque fui a muchos psicólogos, solo un ser espiritual que vivió décadas con chamanes de las selvas de Colombia logró sacar el potencial que había en mí para usarlo en pro del servicio.
Luego de terminar mis estudios como psicólogo, me convertí en psicoterapeuta y durante muchos años me dediqué a ayudar a muchas personas que sufrían todo tipo de abusos: sexuales, físicos, psicológicos, de depresión y con tendencia suicida.
Al mismo tiempo, me uní en convivencia durante siete años en el Templo Budista Daishinji Zen Soto, donde recibí la ordenación oficial como laico budista. Y esa vivencia hizo más claro mi propósito de ayudar a las personas a ser líderes más integrales desde la forma y el fondo de la comunicación. Mi lema siempre ha sido que liderar es comunicar, y si uno no comunica otros lideraran por uno.
Luego de varios años luchando contra la depresión, me convencí de que a veces se necesita una pesadilla para despertar, y que no hay mejor sueño que hacer las cosas realidad.
Hoy disfruto de la mejor relación conmigo mismo, con mi familia y el mundo, y eso me impulsa a seguir construyendo país gracias a la negociación persuasiva y la comunicación influyente, lo que a diario me anima a levantarme.